Museo Tamayo: Abraham Zabludovsky & Teodoro Gonzalez


El Museo Tamayo de Arte Contemporáneo, también conocido como Museo Rufino Tamayo, o simplemente Museo Tamayo, se encuentra en el Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México, en México. Este edificio, diseñado por los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, se construyó entre los años 1979 y 1981, recibiendo el Premio Nacional de Arquitectura ese mismo año, tanto por las particularidades de su diseño como por las soluciones plásticas y funcionales que integra.


Su diseño comenzó desde 1972. Tras varias interrupciones durante la elaboración del proyecto, lo que implicó además algunas modificaciones en su concepción, el resultado fue un edificio modular en varios niveles que se incorpora armónicamente al entorno.

Los arquitectos, pusieron especial atención al diseño de los espacios interiores que, iluminados con luz natural, van creando diferentes atmósferas. El edificio ocupa una superficie de 2,800 metros cuadrados de terreno y 5,100 m2 de construcción.


El museo Tamayo es considerado en México uno de los ejemplos de arquitectura contemporánea destinada, desde su proyecto inicial a la labor museística. Desde un inicio, el edificio fue concebido como una pieza más de la colección del museo, de hecho la más importante, la más activa y por supuesto la de mayor tamaño.

El concepto principal de esta obra es la herencia arquitectónica prehispánica. El edificio posee una estructura de varios niveles. Las diversas pendientes o taludes con vegetación son parte fundamental de su composición; establecen la relación del edificio con el Bosque de Chapultepec: crean la impresión de que el Museo surge del suelo.

El recorrido en salas resulta grato y dinámico; puede terminar en el patio y de una forma gradual, con dos rampas intercaladas entre las salas, el visitante desciende un piso al final del recorrido, prácticamente sin darse cuenta; la amplitud y espacialidad son otra virtud del edificio.


La luz natural y artificial se mezclan para crear contrastes que intensifican la relación del visitante con las obras de arte. Al fondo de cada sala existe un vano superior y uno lateral en forma de terraza o ventanal que recibe los rayos del sol, iluminando de manera especial y diferente cada uno de los recintos.

El diseño además se enfocó en la distribución y relación de los espacios donde se exhiben las obras; estos se encuentran siempre ligados la forma del edificio y por consecuencia a la función de los mismos.  El recorrido y la iluminación  permiten al espectador poder contemplar las obras expuestas en su plenitud, jugando con los matices de los espacios conforme avanzas a la exposición.


La relación con el exterior se ve plasmada con las ventanas que enmarcan el paisaje en el que se encuentra el edificio, de tal manera que esta estrecha comunicación de los matices de luz y la posibilidad de ser tan flexible el espacio, pudiendo crear recorridos en donde se van descubriendo las obras, así como uno descubre el museo conforme se va aproximándose a este.

En cuanto a los materiales, se utilizó concreto con mármol triturado tanto en el exterior como el interior, siendo el Museo Tamayo como una escultura en medio del bosque.

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