Muere a los 80 Arquitecto Ricardo Legorreta
“Tenemos que hacer casas y edificios que hagan a la
gente feliz, más que para que salgan en las revistas”, manifestó en
octubre pasado el arquitecto mexicano Ricardo Legorreta (1931-2011),
fallecido en Ciudad de México tras haber hecho de esa idea uno de
los principales motores de su carrera.
El arquitecto Víctor Legorreta dijo ayer mismo que su padre, Ricardo Legorreta, “afortunadamente murió tranquilo y tuvo tiempo para despedirse de su familia, amigos y socios del despacho que fundó en 1960, así como de dejar todo arreglado en su vida”.
A Ricardo Legorreta se le pudo escuchar este verano animando a los habitantes de la capital de México a recuperar su esplendor y convertirla en una de las más habitables del mundo.
Esa “preocupación permanente” de Legorreta por la organización del “espacio público para la gente” y por “hacer comunidad en la ciudad” fueron los argumentos esgrimidos por el alcalde del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, para concederle la Medalla y Diploma de la Ciudad de México.
El mencionado es sólo uno de los muchos premios y reconocimientos que recibió el autor en sus 80 años de vida y sus más de 50 de carrera.
No en vano se trata del arquitecto mexicano más prestigioso a nivel internacional y el único en su país que ha recogido el prestigioso Praemium Imperiale que otorga la Asociación de Arte de Japón y que le fue entregado el pasado mes de octubre. (El galardón ha sido entregado en el pasado a personajes como Federico Fellini, Mstislav Rostropovich, Ingmar Bergman, Pierre Soulages, arthuer Miller, Merce Cunninhgam y Akira Kurosawa).
Entre otros, contaba también con el Premio Nacional de las Artes de México, que recibió en 1991; y con la Orden de Isabel la Católica que le otorgó el Gobierno Español en 2001.
Más recientemente, el 22 de septiembre recibió el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En la víspera de este reconocimiento, Legorreta hizo una enconada defensa de las raíces de una civilización frente a la pérdida de valores fundamentales que lleva consigo la globalización actual.
“Hay movimientos que desprecian sus orígenes y consideran que todo lo que representa al pasado no tiene valor y, por tanto, tiene que ser destruido”, expuso Legorreta, que criticó que estas tendencias sólo reconozcan la moda e identifiquen la tecnología como un fin, y no como herramienta.
“La globalización lastima esta disciplina, al generar posturas muy peligrosas como los ‘arquitectos estrella’, que pueden edificar en cualquier parte del orbe”, añadió entonces.
En contraposición, la obra de Legorreta estuvo guiada por la idea de que la perfección no reside en “el edificio más caro o el edificio más alto”, como llegó a afirmar en alguna ocasión, y trató siempre de ofrecer una visión contemporánea en convivencia con la arquitectura tradicional de su país.
Legorreta fue uno de los pioneros en acondicionar edificios históricos como recintos culturales o sociales y su estilo es mundialmente conocido por sus líneas audaces y sus construcciones llenas de color.
Llegó a asegurar que fue de niño cuando descubrió cómo la gente buscaba que la luz del sol iluminara su actividad dentro de las casas, y que ese elemento, junto al uso del agua y del color, “es lo más básico de la arquitectura, por encima del simple hecho de construir”.
Ejemplos de ello son el edificio del Hotel Camino Real de la capital mexicana, el Museo del Niño, el Centro Nacional de las Artes y la remodelación del Zoológico de Chapultepec, en la misma ciudad, o el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. En Guadalajara diseño la fábrica de IBM, en 1975, además del hotel Camino Real frente a Expo Guadalajara.
Además, destacan en Estados Unidos obras como The Tech Museum of Innovation en San José (California), el Complejo Solana en Dallas (Texas), en España el hotel Sheraton Bilbao y en Nicaragua la Catedral Metropolitana de Managua.
En una entrevista con el diario El Universal, cuando le fue anunciado el Premio Imperial, de Japón, Legorreta habló de los nuevos proyectos en los que trabajaba: el plan maestro del complejo de oficinas Salesforce.com, en San Francisco, California; así como la Escuela de Diplomacia de la Universidad de Georgetown en Doha, Qatar; también del maridaje que siempre tiene su arquitectura con la obra de grandes artistas mexicanos o radicados en México; entre ellos Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Juan Soriano, Pedro Coronel, Mathias Goeritz y Rodolfo Morales.
El tema del protagonismo de los arquitectos ya le rondaba la cabeza desde años, en 2005, decía en una entrevista también con El Universal: “(El arquitecto) se ha sobrehecho, bajo el pretexto de verlo como genio o estrella, se le ha convertido en una herramienta casi de comercio. Equivale a decir: vamos a hacer un edificio de fulano en tal lugar, lo cual ha sido, a la larga, dañino a la arquitectura. Como en cualquier trabajo (en éste) hay jerarquías: hay quien sale y que es el que figura, pero lo malo con esta idea de la estrella es que esa personalidad se ha convertido en lo único que vale de la arquitectura y para mí ese es un gran error. Necesitamos fomentar una fuerte dosis de humildad, porque no es cierto que existan genios.
He venido a descubrir, a través de la vida, en algunos casos por observación, en otros por experiencia propia, que en medio de todo eso de los premios y los reconocimientos, la verdadera satisfacción del arquitecto es ir a un edificio y ver que la gente está contenta. De nada sirve lo demás si hiciste una cosa que no sirve a la sociedad. El otro día oía que están cerrando varios museos en el mundo porque no funcionan, sin embargo, han sido premiados internacionalmente. Me pregunto, ¿qué es lo que está pasando?
— ¿Y qué es?
— La postura a convertir al arquitecto en un dios que impone el criterio y la forma de vivir de las personas, lo cual para mí es un grave error; equivale a que tú nos hables y digas: quiero que me hagan mi casa y lo primero que te digamos es, mira te vamos a decir cómo debes vivir en lugar de preguntarte cómo te gusta vivir para hacerte tu casa. Parece una broma pero esa es la actitud... Es una soberbia imperdonable.
— ¿Se encargan más obras al nombre que al talento? ¿Es eso un fenómeno global?
— En muchas ocasiones, sí. Se tiende a que ciertos arquitectos se vuelvan arquitectos de marca. Es como decir: este vestido es de Armani, y no importa si él lo diseñó o no. La reacción del arquitecto es decir ¿soy un genio?. Afortunadamente, en contra de eso veo a jóvenes a los que ya no les importa eso, que ya vieron cómo otros arquitectos se metieron en el mundo del negocio.”
EFE/NTX/EL UNIVERSAL
Su obra, en el mundo
“La obra de Ricardo Legorreta es la arquitectura mexicana que más impacto ha tenido a escala mundial. Ricardo Legorreta es seguramente, sin tener que consultar estadísticas, el arquitecto mexicano que posee más obra en todo el mundo.
Una parte muy interesante de todos los grandes maestros de la literatura, de la pintura o de cualquier disciplina, es que han tenido trascendencia mundial al ser tremendamente locales. Por ejemplo: Juan Rulfo escribió una novela universal al hablar de Comala, Siqueiros u Orozco son conocidos por llevar la expresión del muralismo mexicano al mundo. Creo que el caso de Barragán, quien fue el primero que lo hace, y es difícil no asociar a Legorreta y a Barragán. Ellos son los primeros arquitectos mexicanos que llevan la presencia de la arquitectura mexicana a una modernidad capaz de trascender fronteras”.
Ricardo Agraz, arquitecto y director del despacho Agraz Arquitectos
Generosidad espacial
“Ricardo Legorreta fue uno de los arquitectos más importantes de la arquitectura mexicana del siglo XX y el mayor exportador de la cultura mexicana a escala mundial. De algún modo, hizo que la arquitectura mexicana fuera conocida y reconocida internacionalmente. En la obra de Legorreta hay un rescate de una arquitectura más formal que funcional, que conecta el legado de Luis Barragán con la arquitectura colonial, el uso más de llenos que de vacíos, más de sólidos que de transparentes, el uso del color con una paleta más contrastada, que rescata el color de algunos pueblos.
La generosidad de los espacios es un aspecto muy importante en toda su obra desde sus primeros trabajos como el Camino Real de la Ciudad de México. Esta generosidad espacial es una forma de expresar el lujo, más que desde el uso de materiales sofisticados”.
Miquel Adrià, arquitecto y director de la revista Arquine
Arquitecto íntimo
“Ricardo Legorreta deja ante todo un legado de calidad humana. Creo que el mayor mérito en su vida fue el no haber perdido nunca la calidad y el trato donde la persona, y no el gran arquitecto, estaban siempre presentes, en donde la amistad fue para él un valor central, y en la manera en que era capaz de transmitir la riqueza humana a la arquitectura, por lo tanto a poder tratar a los usuarios de su obra como si fueran sus amigos íntimos, aunque fueran anónimos.
Ricardo tuvo un parteaguas en su carrera, el Hotel Camino Real en la Ciudad de México hacia 1968. Antes de eso, ya había dado muestras sobradas de una enorme curiosidad, de un enorme afán de buscar soluciones distintas, mejores, de colaborar con artistas que enriquecieron siempre su trabajo.
La obra de Ricardo Legorreta tiene influencias múltiples, presididas por la de Luis Barragán.
Fernando González Gortázar, arquitecto
Disciplina y tenacidad
“Admiro la pasión que tenía por México, que se reflejaba en su obra, en lo que hablaba y siempre le daba mucha importancia a la cultura mexicana, al mexicano en sí. Como arquitecto su disciplina era impresionante, la cual venía de su pasión por la arquitectura.
Nos quitó el tabú de que el mexicano no es digno de competir a nivel internacional. Su legado es: un sí se puede y hacer las cosas por un bien, más que por ser notable.
Hay obras que se salen de su estilo, que me han llegado mucho: hay una casa en Japón o la catedral de Managua, que tiene poco color. Y son obras que me fascinan.
Escuchaba muy bien al cliente y lo sabía interpretar”.
Ian Beckman Legorreta, diseñador industrial y nieto de Ricardo Legorreta
El arquitecto Víctor Legorreta dijo ayer mismo que su padre, Ricardo Legorreta, “afortunadamente murió tranquilo y tuvo tiempo para despedirse de su familia, amigos y socios del despacho que fundó en 1960, así como de dejar todo arreglado en su vida”.
A Ricardo Legorreta se le pudo escuchar este verano animando a los habitantes de la capital de México a recuperar su esplendor y convertirla en una de las más habitables del mundo.
Esa “preocupación permanente” de Legorreta por la organización del “espacio público para la gente” y por “hacer comunidad en la ciudad” fueron los argumentos esgrimidos por el alcalde del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, para concederle la Medalla y Diploma de la Ciudad de México.
El mencionado es sólo uno de los muchos premios y reconocimientos que recibió el autor en sus 80 años de vida y sus más de 50 de carrera.
No en vano se trata del arquitecto mexicano más prestigioso a nivel internacional y el único en su país que ha recogido el prestigioso Praemium Imperiale que otorga la Asociación de Arte de Japón y que le fue entregado el pasado mes de octubre. (El galardón ha sido entregado en el pasado a personajes como Federico Fellini, Mstislav Rostropovich, Ingmar Bergman, Pierre Soulages, arthuer Miller, Merce Cunninhgam y Akira Kurosawa).
Entre otros, contaba también con el Premio Nacional de las Artes de México, que recibió en 1991; y con la Orden de Isabel la Católica que le otorgó el Gobierno Español en 2001.
Más recientemente, el 22 de septiembre recibió el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En la víspera de este reconocimiento, Legorreta hizo una enconada defensa de las raíces de una civilización frente a la pérdida de valores fundamentales que lleva consigo la globalización actual.
“Hay movimientos que desprecian sus orígenes y consideran que todo lo que representa al pasado no tiene valor y, por tanto, tiene que ser destruido”, expuso Legorreta, que criticó que estas tendencias sólo reconozcan la moda e identifiquen la tecnología como un fin, y no como herramienta.
“La globalización lastima esta disciplina, al generar posturas muy peligrosas como los ‘arquitectos estrella’, que pueden edificar en cualquier parte del orbe”, añadió entonces.
En contraposición, la obra de Legorreta estuvo guiada por la idea de que la perfección no reside en “el edificio más caro o el edificio más alto”, como llegó a afirmar en alguna ocasión, y trató siempre de ofrecer una visión contemporánea en convivencia con la arquitectura tradicional de su país.
Legorreta fue uno de los pioneros en acondicionar edificios históricos como recintos culturales o sociales y su estilo es mundialmente conocido por sus líneas audaces y sus construcciones llenas de color.
Llegó a asegurar que fue de niño cuando descubrió cómo la gente buscaba que la luz del sol iluminara su actividad dentro de las casas, y que ese elemento, junto al uso del agua y del color, “es lo más básico de la arquitectura, por encima del simple hecho de construir”.
Ejemplos de ello son el edificio del Hotel Camino Real de la capital mexicana, el Museo del Niño, el Centro Nacional de las Artes y la remodelación del Zoológico de Chapultepec, en la misma ciudad, o el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. En Guadalajara diseño la fábrica de IBM, en 1975, además del hotel Camino Real frente a Expo Guadalajara.
Además, destacan en Estados Unidos obras como The Tech Museum of Innovation en San José (California), el Complejo Solana en Dallas (Texas), en España el hotel Sheraton Bilbao y en Nicaragua la Catedral Metropolitana de Managua.
En una entrevista con el diario El Universal, cuando le fue anunciado el Premio Imperial, de Japón, Legorreta habló de los nuevos proyectos en los que trabajaba: el plan maestro del complejo de oficinas Salesforce.com, en San Francisco, California; así como la Escuela de Diplomacia de la Universidad de Georgetown en Doha, Qatar; también del maridaje que siempre tiene su arquitectura con la obra de grandes artistas mexicanos o radicados en México; entre ellos Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Juan Soriano, Pedro Coronel, Mathias Goeritz y Rodolfo Morales.
El tema del protagonismo de los arquitectos ya le rondaba la cabeza desde años, en 2005, decía en una entrevista también con El Universal: “(El arquitecto) se ha sobrehecho, bajo el pretexto de verlo como genio o estrella, se le ha convertido en una herramienta casi de comercio. Equivale a decir: vamos a hacer un edificio de fulano en tal lugar, lo cual ha sido, a la larga, dañino a la arquitectura. Como en cualquier trabajo (en éste) hay jerarquías: hay quien sale y que es el que figura, pero lo malo con esta idea de la estrella es que esa personalidad se ha convertido en lo único que vale de la arquitectura y para mí ese es un gran error. Necesitamos fomentar una fuerte dosis de humildad, porque no es cierto que existan genios.
He venido a descubrir, a través de la vida, en algunos casos por observación, en otros por experiencia propia, que en medio de todo eso de los premios y los reconocimientos, la verdadera satisfacción del arquitecto es ir a un edificio y ver que la gente está contenta. De nada sirve lo demás si hiciste una cosa que no sirve a la sociedad. El otro día oía que están cerrando varios museos en el mundo porque no funcionan, sin embargo, han sido premiados internacionalmente. Me pregunto, ¿qué es lo que está pasando?
— ¿Y qué es?
— La postura a convertir al arquitecto en un dios que impone el criterio y la forma de vivir de las personas, lo cual para mí es un grave error; equivale a que tú nos hables y digas: quiero que me hagan mi casa y lo primero que te digamos es, mira te vamos a decir cómo debes vivir en lugar de preguntarte cómo te gusta vivir para hacerte tu casa. Parece una broma pero esa es la actitud... Es una soberbia imperdonable.
— ¿Se encargan más obras al nombre que al talento? ¿Es eso un fenómeno global?
— En muchas ocasiones, sí. Se tiende a que ciertos arquitectos se vuelvan arquitectos de marca. Es como decir: este vestido es de Armani, y no importa si él lo diseñó o no. La reacción del arquitecto es decir ¿soy un genio?. Afortunadamente, en contra de eso veo a jóvenes a los que ya no les importa eso, que ya vieron cómo otros arquitectos se metieron en el mundo del negocio.”
EFE/NTX/EL UNIVERSAL
Su obra, en el mundo
“La obra de Ricardo Legorreta es la arquitectura mexicana que más impacto ha tenido a escala mundial. Ricardo Legorreta es seguramente, sin tener que consultar estadísticas, el arquitecto mexicano que posee más obra en todo el mundo.
Una parte muy interesante de todos los grandes maestros de la literatura, de la pintura o de cualquier disciplina, es que han tenido trascendencia mundial al ser tremendamente locales. Por ejemplo: Juan Rulfo escribió una novela universal al hablar de Comala, Siqueiros u Orozco son conocidos por llevar la expresión del muralismo mexicano al mundo. Creo que el caso de Barragán, quien fue el primero que lo hace, y es difícil no asociar a Legorreta y a Barragán. Ellos son los primeros arquitectos mexicanos que llevan la presencia de la arquitectura mexicana a una modernidad capaz de trascender fronteras”.
Ricardo Agraz, arquitecto y director del despacho Agraz Arquitectos
Generosidad espacial
“Ricardo Legorreta fue uno de los arquitectos más importantes de la arquitectura mexicana del siglo XX y el mayor exportador de la cultura mexicana a escala mundial. De algún modo, hizo que la arquitectura mexicana fuera conocida y reconocida internacionalmente. En la obra de Legorreta hay un rescate de una arquitectura más formal que funcional, que conecta el legado de Luis Barragán con la arquitectura colonial, el uso más de llenos que de vacíos, más de sólidos que de transparentes, el uso del color con una paleta más contrastada, que rescata el color de algunos pueblos.
La generosidad de los espacios es un aspecto muy importante en toda su obra desde sus primeros trabajos como el Camino Real de la Ciudad de México. Esta generosidad espacial es una forma de expresar el lujo, más que desde el uso de materiales sofisticados”.
Miquel Adrià, arquitecto y director de la revista Arquine
Arquitecto íntimo
“Ricardo Legorreta deja ante todo un legado de calidad humana. Creo que el mayor mérito en su vida fue el no haber perdido nunca la calidad y el trato donde la persona, y no el gran arquitecto, estaban siempre presentes, en donde la amistad fue para él un valor central, y en la manera en que era capaz de transmitir la riqueza humana a la arquitectura, por lo tanto a poder tratar a los usuarios de su obra como si fueran sus amigos íntimos, aunque fueran anónimos.
Ricardo tuvo un parteaguas en su carrera, el Hotel Camino Real en la Ciudad de México hacia 1968. Antes de eso, ya había dado muestras sobradas de una enorme curiosidad, de un enorme afán de buscar soluciones distintas, mejores, de colaborar con artistas que enriquecieron siempre su trabajo.
La obra de Ricardo Legorreta tiene influencias múltiples, presididas por la de Luis Barragán.
Fernando González Gortázar, arquitecto
Disciplina y tenacidad
“Admiro la pasión que tenía por México, que se reflejaba en su obra, en lo que hablaba y siempre le daba mucha importancia a la cultura mexicana, al mexicano en sí. Como arquitecto su disciplina era impresionante, la cual venía de su pasión por la arquitectura.
Nos quitó el tabú de que el mexicano no es digno de competir a nivel internacional. Su legado es: un sí se puede y hacer las cosas por un bien, más que por ser notable.
Hay obras que se salen de su estilo, que me han llegado mucho: hay una casa en Japón o la catedral de Managua, que tiene poco color. Y son obras que me fascinan.
Escuchaba muy bien al cliente y lo sabía interpretar”.
Ian Beckman Legorreta, diseñador industrial y nieto de Ricardo Legorreta
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